Poemas destacados del mes de Septiembre

Septiembre trae consigo el renacer de la naturaleza y la llegada de la primavera. Las flores comienzan a florecer, los días se alargan y el aire se llena de nuevos aromas y colores. Es el momento perfecto para conectar con la poesía, que, al igual que la primavera, nos invita a redescubrir la belleza del mundo que nos rodea.

Poeta: Juana Bignozzi

Poema: “Educada en el vicio de los hombres”

Voy a la cocina y me siguen

voy al baño y golpean la puerta

me despiertan en la noche para preguntarme si duermo

llaman por teléfono en todas mis ciudades

para avisarme cuidado con el vino y la vida literaria

no he perdido padre ni tíos ni ahijado ni amigos de juventud

por no perder no he perdido ni editor

ni ese hombre

que ya sombra aún cuida mi paso en las esquinas

 

no me han dejado caer de su mano de su vicio

de su peso de mi corazón.

Autor: Alicia Genovese

Poema: “No se sufrir por mucho tiempo”

Abrís la puerta y tu gato 

se lanza hacia el jardín 

necesitado, trepa al muro 

en dos zancadas.

Un olor, un temblor

lo mueven, lo acompasan.

Qué del yo, qué de un otro

se imponen en el salto,

en esa premura deseante

que sabe dónde hay aire

y dónde dejó de haber.

 

Cobrar impulso, como él lo hace, 

cuando la estación

ilumina más temprano las cosas, 

cuando la raspadura de la noche 

se suaviza.

Preparás tu desayuno

y las ramas podadas

de la Santa Rita

fulguran en sus brotes.

Atrás el desconcierto

de la pérdida.

Un saxo ensaya

desde la casa lindera

y sus acordes amplían

 

el mundo, mueven

 tus piernas, subís

 a una nave de tránsito 

hacia tu Solaris ingrávido. 

Atrás el caos

del pesar. La lejanía

se magnetiza

 ofrece pasajes.

El cambio de estación trae 

un nuevo planeta,

oxígeno de Marte

y como a tu gato en su salto 

te sigue sosteniendo

el universo.

Autor: Osvaldo Bossi

Poema: “El poeta viejo”

Soy ese chico

de nueve años, que un día

se calló para siempre.

 

Escribir no es hablar, es

tender una cuerda

silenciosa. Es irse a otro

 

país –ni oscuro ni luminoso–

lejos. Es morir y resucitar

al tercer día. Es vivir de otro

 

modo. Ahora que ya cumplo

60, escribo como si

no hubiera escrito una sola

 

palabra nunca. Descubro

cielos, pozos encantados

en la cocina, mientras revuelvo

 

la comida o caliento el café.

Si antes estuve solo, ya

no lo estoy. Escribo para mí.

 

Alegre, aunque esté triste.

O al revés. Ser niño fue algo

hermoso (todavía lo es).

 

Ser joven, lo mismo. Pero

déjenme con mis años

finales, los poemas finales,

 

como quien regresa

de un largo viaje

(o no tan largo) pero

 

regresa. Como quien

al cerrar los ojos, los abre

y piensa “Es la primera vez

 

que algo así, tan

extraordinario, ocurre». Y

apenas lo dice, ya pasó.

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