23 Ago Ecos del Adiós: La Pérdida en la Poesía
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado maneras de expresar, comprender y canalizar el dolor. En este viaje, la poesía ha sido uno de los refugios más íntimos y universales. Los versos han permitido que generaciones enteras plasmen sus sentimientos y encuentren resonancias en palabras que, a menudo, trascienden culturas y épocas. Una de las temáticas más recurrentes y profundas en la lírica es la pérdida. Ya sea la partida de un ser amado, el adiós a un momento vital o la despedida inminente de nuestra propia juventud, la poesía se convierte en el espejo donde vemos reflejadas nuestras fragilidades y anhelos. Estos poemas expresan diferentes facetas de la pérdida: desde la pérdida de la juventud, del amor, de lugares y momentos hasta la pérdida de seres queridos. La poesía tiene el poder de transformar el dolor y el vacío en palabras conmovedoras que pueden ofrecer consuelo o al menos una forma de conexión con los sentimientos universales del ser humano. A través de sus versos, nos sumergimos en un universo donde cada palabra es un eco de esos adioses que, inevitablemente, todos enfrentamos.
Poeta: Jorge Luis Borges
Poema: Arte poética
Mirar el río hecho de tiempo y agua Y recordar que el tiempo es otro río, Saber que nos perdemos como el río Y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño Que sueña no soñar y que la muerte Que teme nuestra carne es esa muerte De cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo De los días del hombre y de sus años, Convertir el ultraje de los años En una música, un rumor y un símbolo.
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso Un triste oro, tal es la poesía Que es inmortal y pobre. La poesía Vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara Nos mira desde el fondo de un espejo; El arte debe ser como ese espejo Que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios, Lloró de amor al divisar su Itaca Verde y humilde. El arte es esa Itaca De verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable Que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo Y es otro, como el río interminable.
Poeta: Juan Gelman
Poema: Carta a mi madre
Madre, cuando me muera, quiero tus manos en mis ojos: quiero la luz y el trigo de tus manos amadas pasearme otra vez su frescura: siento que te traiciono yendo tan lejos, ¿en qué llagas ocultas te sentiré vivir, lejos de mí? Quién sabe si te tocará construirme en la muerte, para alguien, para ti tal vez, para ti, para que no te quiebres, para que no separes el cáliz que la sombra te ha dado, para que sigas dándome tus ojos mientras yo sigo dando mis ojos a otros, a otros, a otros, a otros más.
Poeta: Alfonsina Storni.
Poema: Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes… te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides… Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…
Poeta: Alejandra Pizarnik
Poema: El despertar
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo
Poeta: Oliverio Girondo
Poema: Nocturno
Las hojas secas caían sobre aquel banco del parque. Era nuestro banco, el banco donde tus labios, una tarde, me dijeron el porqué de su dulzura imposible.
Ahora, cuando mis manos, como dos pájaros ciegos, se posan sobre tus pechos, y no encuentran tus pechos y se llenan de sombra, y dejan en tu boca, sin querer, una queja, yo siento que la noche, que nos ciñe y nos une, nos aleja, nos desune.
Por eso, cuando a veces creo oír, como un eco, el eco de un suspiro que no es mío, y me parece sentir, bajo mi boca, tu boca, y que mi mano roza tu mano, no me atrevo a mirarte, y cierro más los ojos, y aprieto más los labios, para ahogar, para estrangular el silencio que sube, que nos sube del fondo, del abismo sin fondo del recuerdo.